El ex albañil y pintor Andrés Rangel Sánchez, de 35 años, entregó las brochas y la paleta a cambio de un gorro, una máscara para cubrir el rostro y un par de botas de goma.
En lo que se asemeja a una investigación policial forense, él y varias decenas de trabajadores temporales recorren una plantación de fresas, recogiendo sólo las frutas más grandes y maduras.
En Huelva, cerca de la frontera con Portugal, febrero significa fresas.
Unas 250.000 toneladas de la fruta se cosecha aquí cada año, y la mayor parte se exporta a Alemania, Francia y Gran Bretaña.
En la construcción, yo estaba ganando el doble de lo que hago aquí -pero las obras simplemente se han parado Andrés Rangel Sánchez |
Pero, al entrar España oficialmente en la recesión, Andrés es uno de un número cada vez mayor de españoles que se han visto obligados a unirse a los demás en el terreno.
"Hace siete años que yo no trabajaba en el campo", explica, "y creo que vamos a ver a muchos más españoles regresando".
Agregó que "en la construcción, yo estaba ganando el doble de lo que hago aquí -pero las obras simplemente se han parado, no hay empleo. Al menos aquí, tengo garantizado siete u ocho meses de trabajo".
Otros ven la misma lógica. En el centro de Huelva, la gente hace cola para registrarse en un esquema de empleos agrícolas del gobierno regional de Andalucía. Los elegidos recogerán fresas, naranjas, cebollas y espárragos. Más del 80% de los que se inscriben son españoles.
Sus ansias de emplearse en lo que algunos ven como un retroceso puede ser explicado con facilidad. La tasa de desempleo de Huelva llega al 21%, un 50% más alto que el promedio nacional y más del doble del promedio de la UE.
Sólo en la construcción, el número de desempleados se ha duplicado en el espacio de un año.
Intensa competencia
"Durante 15 años, las construcciones crecieron y crecieron. Pero ahora se han derrumbado. Se acabó, casi paralizada", dice Blanca Miedes Ugarte, directora del Observatorio Local del Empleo de la Universidad de Huelva.
"Muchas personas van a regresar a la agricultura", predice Miedes Ugarte, pero resalta que esta es una tendencia de largo plazo. Como los subsidios de desempleo están disponibles hasta los dos años, muchos obreros de la construcción podrían tomarse su tiempo.
"La gente que tiene amplias redes familiares buscará otras vacantes", explica Miedes, "pero para los que no tienen apoyo familiar, la agricultura es la única opción".
A los inmigrantes indocumentados se les mantiene alejados de los trabajos agrícolas. |
Para la cosecha de este años, 10.491 trabajadores fueron contratados en el exterior, en su mayoría en Marruecos y Rumania. Lejos están los días en que los campos de fresas prometían trabajo eterno para los de nacionalidad española.
"En Rumania yo trabajaba en antigüedades, pero aquí gano más -hasta US$693 en un mes", explica Ana Bordeianu, de 48 años.
"He estado viniendo aquí en los últimos seis años, y ha pagado la educación de mi hijo", agregó.
Ella comparte un modesto dormitorio portátil en las afueras de la granja con otra trabajadora rumana. Al lado, en otra cabina portátil, trabajadores marroquíes miran videos de música pop en un canal árabe de televisión satelital.
Para mantener a sus empleados contentos, el agricultor José Antonio Martín creó un "hogar lejos del hogar" temporal para su establecida fuerza de trabajo extranjera.
Congelados
"La agricultura ha sobrevivido aquí gracias a los inmigrantes", asegura Martín.
"A partir de 2000, mis trabajadores españoles se fueron en busca de empleos más estables en la medida en que mejoraba la economía. Así que contraté inmigrantes, que son trabajadores buenos y de fiar. Gracias a ellos, todavía hay puestos de trabajo que hoy se le pueden ofrecer a los españoles".
Pero si los contratos temporales logrados a través de agencias en algunos países han beneficiado a ciertos extranjeros, a otros se les han congelado.
En las afueras de Huelva, decenas de inmigrantes africanos viven en refugios maltrechos, construidos con palos y planchas de plástico. Mientras llueve a cántaros, un grupo prepara una sopa de papa sobre un fuego abierto, y hay ropa tendida en las ramas de los árboles.
"Ahora mismo, vivir en África sería mejor para nosotros que aquí en España", dice Amadou Diallo, quien vino desde Gambia hace tres años. "Si yo hubiese sabido que sería así, nunca habría venido".
Demasiados trabajadores
Ellos vinieron aquí con la esperanza de conseguir trabajo casual durante la cosecha de fresas. Cada mañana caminan varios kilómetros hacia el pueblo en busca de empleo. Pero pocos llegaron a España por la vía legal, y al tener los agricultores la facilidad de elegir, hasta el trabajo que paga en efectivo es imposible de conseguir.
"Los agricultores siempre empiezan preguntando si uno tiene documentos", explica Amadou. "Claro que tenemos que responder que no los tenemos y ahí termina, no quieren hablar con uno otra vez".
Los funcionarios locales reconocen que el mercado laboral está muy copado.
"Con los despidos de la construcción va a ser muy difícil para la economía local absorber toda esta gente", admite Ricardo Panzuela, de la agencia gubernamental de empleo regional.
"Algunos tendrán que buscar en otras regiones u otros países, otros tendrán que volverse a entrenar para trabajar en turismo o en otros servicios. Pero nunca habíamos visto que las cosas se pusieran tan mal".
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